Cuando parecía que a 1898
no le quedaban ya más novedades que ofrecer a los cubanos, un día de diciembre
amanecieron los habaneros sobresaltados por el andar ruidoso del primer
automóvil.
Aquel vehículo con motor de
bencina, capaz de recorrer apenas unos 10 km. por hora, de apariencia endeble y
bastante inseguro, llegaba para hacerle la competencia al coche de caballos,
poner a las autoridades a pensar acerca de nuevas regulaciones del tránsito y
forzar al mejoramiento de los caminos aún polvorientos de la capital cubana.
Mucho se habló del
automóvil desde que hizo su aparición en el Prado habanero, con una grey de
curiosos a ambos lados para quienes aquello era tanto como ver al escurridizo
cometa Halley. Y su presencia suscitó también muchas bromas que fueron
recogidas en las páginas de los diarios de la época.
El propietario del
Parisienne -tal era la marca de aquel automóvil- era José Muñoz, representante
en Cuba de la agencia que en Francia los manufacturaba. Lo había adquirido en
unos mil pesos, aunque consideraba que era buena inversión porque serviría de
muestra para la promoción de las ventajas del vehículo.
Aquella máquina de hierros,
palancas y correas no pasaría de ser lo que hoy llamaríamos un
"cacharrito", pero conmocionó a los habaneros al punto de que apenas
seis meses después llegó el segundo automóvil. Era un Rochet-Schneider
adquirido en Lyon; su dueño, el farmacéutico Ernesto Sarrá, pagó por él nada
menos que 4 mil pesos, y se preciaba de sus ventajas: ocho caballos de fuerza y
una velocidad máxima de 30 km./h. Con su auto, el doctor recorría la distancia entre La Habana y la
localidad de Güines en sólo hora y media.
Un tercer auto arribó a la
capital cubana para prestar servicio a la fábrica de cigarrillos H de Cabañas y
Carvajal, que lo usó para repartir mercancías.
A partir del 3 de
septiembre de 1899 circuló también el primer triciclo-automóvil, de bencina e
importado de Italia. Varios automóviles más se hicieron ver pronto en las
calles de la esta ciudad. En orden siguieron dos vehículos importados de Nueva
York, los primeros de procedencia estadounidense.
Después, el señor Francisco
Astudillo compró el primer vehículo eléctrico; un cochecito ligero, elegante,
no contaminaba el ambiente y recorría hasta 12 millas por hora. Llegaron,
además, otro Rochet-Schneider, un Panhard Levasor y algunos White, de gasolina,
traídos de Cleveland por Silvestre Scovel, representante en Cuba de una fábrica
de máquinas de cocer.
Casi aparejada con la
introducción del automóvil en Cuba, surgieron los servicentros o garajes. El
pionero de ellos fue el de la calle Zulueta # 28. Tampoco tardaron en irrumpir
las carreras de autos, y en 1903 surgió el Automóvil Club de La Habana, que
casi de inmediato organizó las primeras lides.
Cinco pilotos de la
aristocracia se situaron al volante, cada uno acompañado por una dama. Ganó
Dámaso Laine, el único que iba solo. Dos años después se celebraron las
segundas carreras, ya entonces con la participación de corredores extranjeros.
En 1901
circulaban por las calles de La Habana 11 automóviles. Cuatro años después se expedían
las primeras carteras dactilares, que entonces se llamaban títulos y que sus
portadores exhibían como si se tratara de diplomas universitarios. En 1917 se
concedió por primera vez entre nosotros el permiso de conducir a una mujer.
Correspondió a María Calvo Nodarse, la célebre Macorina, la de «ponme la mano
aquí».
Ya en la
segunda mitad de la década de 1910 el coche de motor desplazaba a los vehículos
de tracción animal. En 1913 circulaban por las calles de La Habana más de un
millar de automóviles. En 1916, esa cifra pasaba de tres
mil. En 1959 circulaban en Cuba 180 511 autos, casi todos de procedencia
norteamericana. Las estadísticas revelan que Chevrolet era la marca preferida
por los cubanos. Seguían los vehículos marca Ford en la preferencia de los
compradores, y más atrás las marcas Buick y Plymouth.
De acuerdo
con un artículo publicado por Ciro Bianchi en JR, hoy sorprende a los
que nos visitan la cantidad de autos norteamericanos fabricados antes de 1959
que, gracias a la inventiva del cubano, circulan aún por las calles de la Isla.
Es un museo rodante, aunque existen un Museo del Automóvil en Santiago de Cuba
y el Depósito del Automóvil en La Habana Vieja, donde se exhiben ejemplares
históricos, como un Cadillac 1905, el automóvil más antiguo que se conserva en
Cuba, y el Chevrolet 1960 que utilizó Che Guevara.
En 1958 Cuba era el sexto país del mundo en el promedio de automóviles
por habitantes. La superaban, en este orden, EE.UU., Canadá, Gran Bretaña,
Venezuela y Alemania Occidental.
Extraido de La cámara de Camarero
Extraido de La cámara de Camarero
No comments:
Post a Comment