Triste historia la que marcó el sitio de la región
espirituana conocido como la Mano del Negro, por ser allí donde los
colonialistas españoles ejecutaban las sentencias de muerte dictadas por la
Comisión Militar.
Tres patriotas incorporados a las luchas por la independencia fueron inmolados en ese lugar el 18 de agosto de 1851; José Isidoro Armenteros, Fernando Hernández y Rafael Arcís. Ellos fueron los organizadores, argumenta Angelbello, jefes de la Conspiración de 1851 contra la metrópoli española y precursores de la independencia de Cuba.
Durante 1868 y 1895, etapa importante en la liberación de Cuba del yugo español, también fueron fusilados otros revolucionarios.
Tres patriotas incorporados a las luchas por la independencia fueron inmolados en ese lugar el 18 de agosto de 1851; José Isidoro Armenteros, Fernando Hernández y Rafael Arcís. Ellos fueron los organizadores, argumenta Angelbello, jefes de la Conspiración de 1851 contra la metrópoli española y precursores de la independencia de Cuba.
Durante 1868 y 1895, etapa importante en la liberación de Cuba del yugo español, también fueron fusilados otros revolucionarios.
El 13 de octubre de 1895 allí fue asesinado el esclavo Lino
o Quirino Amézaga (alcanzó el grado de Comandante, es considerado por algunos
historiadores como nativo de la Guinea portuguesa y para otros como de
procedencia angolana), a quien alfabetizó el Mayor General de las tres guerras
de independencia, el espirituano Serafín Sánchez Valdivia (1846-1896).
Narra el libro Trinidad y el Turismo (Editorial Gente, 1954)
que se nombró la Mano del Negro, porque siendo Gobernador de Trinidad –fundada
en 1514 por Diego Velázquez- el habanero Brigadier Don Pedro Carrillo de
Albornoz se sublevaron los esclavos. Estos eran capitaneados por los negros
Juan José Armenteros, Bartolo Bastida y Baltasar Fernández. Al ser condenados a
muerte fueron ejecutados el 25 de mayo de 1838, mientras que a los cuerpos de
Baltasar y Bartolo se les mutilaron las manos derechas, siendo expuesta la de
este último en el mencionado lugar.
Es por eso, asegura el volumen, que se bautizó con la tristemente célebre frase: “Allá donde pusieron la mano del negro”, derivándose de este cruel e infame hecho el nombre del sitio, que además se conoció en el siglo XIX como Campo de Marte.
Es por eso, asegura el volumen, que se bautizó con la tristemente célebre frase: “Allá donde pusieron la mano del negro”, derivándose de este cruel e infame hecho el nombre del sitio, que además se conoció en el siglo XIX como Campo de Marte.
De otra manera narra los hechos el historiador Francisco
Marín Villafuerte en Historia de Trinidad (1944), al decir que en la revista
Azul y Blanco, del 10 de abril de 1910, se decía que la Mano del Negro debe su
nombre a un suceso, por demás trágico y doloroso. Apunta que un escolta del
Capitán a Guerra, Maldonado, Jefe del pueblo, tenía guardadas para su merienda,
dos tortas de maíz y un esclavo del Capitán las robó y el escolta al
descubrirlo comenzó a golpearlo sin piedad, pero el vejado se cansó de tanta
humillación y abofeteó a quien lo ultrajaba.
El esclavo fue condenado a 50 azotes en un lugar público y a
que se le cortara la mano derecha. Ambas sentencias fueron cumplidas y “la mano
fue expuesta, durante un mes, a la curiosidad pública, en el lugar que, desde
entonces, es conocido por La Mano del Negro”.
Marín Villafuerte explica sin embargo que “Se ha venido
repitiendo, erróneamente que el nombre de ese fatídico lugar tuvo su origen en
la revolución esclavista o sedición de 1838. Eso no es cierto”. “En el Archivo Municipal consta (Libro de
Actas de 1812 a 1821) que en 10 de noviembre de 1817, ya se llamaba a la vía de
la Chanzoneta Calle de la Mano del Negro. Así aparece además, en distintos
anuncios que insertó el periódico El Correo en años anteriores a 1838”,
concluye.
Zaida Ramos, directora del Museo de Arquitectura de
Trinidad, explicó a Prensa Latina, que existe un obelisco en recordación del
fusilamiento de los tres independentistas cubanos, pero sobre los
esclavos dice conocer sólo lo que revela la tradición oral.
Por uno u otro motivo no caben dudas de que es llamativo el
nombre de un lugar que tuvo tan triste destino.
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