Isidoro Armenteros Muñoz. Patriota cubano que se unió a
Narciso López en la conspiración de La Mina de la Rosa Cubana (1848). Conocido
como el mártir de Mano del Negro, fue Presidente de la Sociedad Liberadora de
Puerto Príncipe.
1808-Nació el 4 de noviembre, en Trinidad, la vieja ciudad
señorial. Fueron sus padres los trinitarios Armenteros y Guzmán y doña Joaquina
Jacoba Muñoz y Tellería, personas de holgada posición económica y origen
distinguido, quienes dotaron a su hijo de ejemplar educación, imprimiendo en su
carácter los rasgos distintivos del honor y el deber. Se desconocen otros
aspectos de esa etapa de su vida. Desde muy joven simpatizó con la causa de la
independencia de Cuba, cuando el general Narciso López emprendió su heroica y
generosa obra redentora en 1850, halló en él uno de sus más entusiastas y
valiosos colaboradores.
1848-Siendo Teniente Coronel de las milicias españolas, se
unió a Narciso López en la famosa conspiración de La Mina de la Rosa Cubana.
Recorrió la parte oriental de la Isla propagando el separatismo, por lo que
1848- Agosto fue encarcelado
por considerársele comprometido en este movimiento.
-Después de
estos acontecimientos realizó un viaje a La Habana, donde se puso en contacto
con el jefe del grupo revolucionario de la capital, el notable abogado Anacleto
Bermúdez, y tuvo oportunidad de conocer al gran patriota camagüeyano Serapio
Recio, presidente de la Sociedad Libertadora de Puerto Príncipe, acordando con
estos el plan para un levantamiento armado en distintos lugares de la Isla; la
fecha fue fijada entre las dos festividades religiosas de San Juan y San Pedro,
con el propósito de no llamar la atención del Gobierno, ya que en estos días
afluía a la cuidad una inmensa cantidad de personas con motivo de la
celebración de estos festivales.
Plan de asalto
Con cuarenta y tres años, teniente coronel graduado de
milicia, salió de Cienfuegos para Trinidad llevando a la familia. Allí la dejó
y partió hacia La Habana con el fin de ultimar lo necesario para el alzamiento.
Dispuesto éste para el mes de junio, unido a Fernando Hernández Echarri, a
Francisco Pérez Zúniga, a Ignacio Belén Pérez, a Juan Cadalso y a otros, acordó
pronunciarse el mismo día de San Pedro, al caer la tarde.
El plan tenía por finalidad prender al gobernador y a los
oficiales de la guarnición, en casa del comandante de infantería del regimiento
de Tarragona, donde debían reunirse estos con motivo de celebrar aquel, su
cumpleaños. Más sin que haya podido averiguarse la razón, alguien dio la voz de
alarma entre los comprometidos que a caballo patrullaban las calles en espera
de la hora indicada para la acción, los que se retiraron rápidamente temerosos
de las consecuencias que podrían resultarle de su actitud, lo que llevó al
fracaso el plan concebido.
Algunos de los jefes comprometidos en el movimiento,
pusilánimes o acobardados ante el alcance de su acción, echaron a volar entre
los conjurados la especie de que todo había sido descubierto. Enterado
Armenteros de lo que sucedía, se echó a la calle; pero ya era demasiado tarde:
los comprometidos habían abandonado la población. Ante esta situación, temiendo
ser descubierto, seguido de un grupo de amigos entre los que se hallaban
Hernández Echarri, Rafael de Arci y otros, se lanzó al monte animado del
propósito de coadyuvar a la obra redentora de López y Agüero reuniendo a su
alrededor unos sesenta y nueve hombres en los márgenes del río Ay, el 24 de
julio de 1851.
Después de un ligero encuentro con las fuerzas españolas, la
tropa de guerreros improvisados se internó en las montañas, acogiéndose poco
más tarde, viendo fracasado el movimiento, al bando de indulto dictado por el
gobierno. Armenteros, habiendo quedado solo en lugares desconocidos y sin
orientación, el 1 de agosto de 1851, se presentó al teniente de regimiento de
Tarragona, José María Espinosa, siendo conducido a Trinidad donde fue sometido
a juicio por la Comisión Militar Ejecutora y Permanente.
Después de 8 días de deliberaciones, el Tribunal Militar
dictó el veredicto de muerte para el culpable y seis días después del suplicio
de Agüero en Camagüey.
1851-18 de agosto a las seis de la mañana, en el campo
nombrado Mano del Negro cerca de Trinidad, fue, después de degradado como
Teniente Coronel de Milicias, fusilado por la espalda, el cubano valeroso que
pagó con la vida su amor a la independencia. A su lado en idéntica forma
cayeron, el poeta Fernando Hernández Echarri y Rafael de Arcí mayoral del
ingenio Palmarito.
Su cadáver fue recogido por sus familiares, así como los de
sus compañeros, y enterrado en el cementerio general de Trinidad.
Extraido de Ecured
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