No podemos seguir analizando los grandes palacios de la
Villa de Trinidad sin hablar del Valle de los Ingenios o Valle de San Luis.
Este se encuentra ubicado al sudoeste de la provincia de Sancti Spíritus y al norte y este de la ciudad de Trinidad, con un área aproximada de 276 km2, y compuesto por unidades menores como: el valle de San Luis, el de Santa Rosa, el del Segundo Tercio del Agabama, la depresión de Meyer. Está rodeado por otros accidentes geográficos como la serranía de Aracas, la llanura Sur y la franja del litoral, que conforman su entorno inmediato.
Este se encuentra ubicado al sudoeste de la provincia de Sancti Spíritus y al norte y este de la ciudad de Trinidad, con un área aproximada de 276 km2, y compuesto por unidades menores como: el valle de San Luis, el de Santa Rosa, el del Segundo Tercio del Agabama, la depresión de Meyer. Está rodeado por otros accidentes geográficos como la serranía de Aracas, la llanura Sur y la franja del litoral, que conforman su entorno inmediato.
La historia del valle es tan antigua como la de la ciudad.
Desde tiempos inmemoriales, los habitantes autóctonos cultivaron el tabaco, lo
que fue asumido por los españoles tan pronto se asentaron en el territorio. En
las márgenes de los ríos Arimao, Caracusey y Agabama se hicieron vegas de
tabaco desde principios del siglo XVII. El valle también fue sostén de la
ganadería y del cultivo de frutos menores, lo que transformó a la región en uno
de los asentamientos de mayores posibilidades de intercambio de la isla.
La llegada en 1655 de emigrantes españoles procedentes de
Jamaica contribuyó al desarrollo de la industria azucarera en una zona que
poseía óptimas condiciones para la producción de azúcar: fértiles tierras,
regadas por caudalosos ríos y cercanas a puertos de embarque.
Entre 1700 y 1750 existieron alrededor de 20 trapiches. En
la segunda mitad del siglo XVIII Trinidad define su vocación azucarera y
gracias a ello se levantará como una de las poblaciones más avanzadas de la
isla. En los inicios del siglo XIX se inicia el gran boom azucarero de la zona,
beneficiada por una serie de circunstancias nacionales e internacionales que
repercuten de modo favorable en la localidad. En esos años, se consolidaron las
grandes fortunas locales que actuarían en la ciudad y en el, desde entonces,
llamado Valle de los Ingenios.
En señal del auge de esa actividad, hacia 1827 la región
trinitaria disponía de 56 ingenios, los cuales utilizaban en calidad de mano de
obra a poco mas de 11 mil esclavos, para una población total de 28 mil 700
habitantes en todo el territorio vinculado al dulce producto.
Hacia 1840, las posibilidades de explotación del valle
estaban agotadas, tanto a lo referente a la fertilidad de los terrenos como a
las tierras disponibles. Se produjo un éxodo de capitales hacia otras regiones.
La aparición del azúcar de remolacha en el mercado internacional provocó una
desigual e insuperable competencia entre los productores cubanos y europeos.
Estos factores, conjuntamente con la crisis mundial de 1857 y el inicio de la
guerra de independencia en 1868, provocaron que la ciudad iniciara una larga
trayectoria de decadencia a partir de los mediados del siglo XIX.
En el Valle de los Ingenios aún se conservan 11 casas de
hacedados azucareros de los siglos XVIII y XIX, su época de mayor esplendor, y
algunos complejos azucareros muy completos como el ingenio San Isidro de los
Destiladeros. Esta zona, que también se destaca por su belleza natural que
puede ser apreciada desde un mirador en la Loma del Puerto a 276 metros sobre
el nivel del mar. El acceso se puede realizar por carretera o con un trencito
turístico que sale de Trinidad y hace un recorrido por todo el Valle de los
Ingenios.
En esa zona destacan las ruinas del ingenio San Isidro de
los Destiladeros, propiedad de un hacendado de origen catalán, y uno de los de
mayor prosperidad en la región hasta su abandono hacia la segunda mitad del
siglo XIX.
Los restos de la casa-hacienda constituyen una muestra de la
riqueza de sus propietarios y el conocimiento de los constructores que la
edificaron, con una torre de tres niveles que cumplía funciones de campanario y
mirador, al igual que otras existentes en el valle.
Junto a esa estructura, se aprecian elementos de un sistema
hidráulico que recuerda a los europeos, construido a base de gruesos muros y
contrafuertes de cantería, todo ello con el propósito de llevar el agua
necesaria para el desarrollo del proceso productivo del azúcar.
El 8 de diciembre de 1988 el Comité Intergubernamental de
Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO declaró a Trinidad y su
Valle de los Ingenios, Patrimonio de la Humanidad, en reconocimiento a los
méritos de esta ciudad, que es un ejemplo eminente de un periodo histórico
significativo y de un hábitat humano tradicional.
En varias de las haciendas del territorio dejó sus huellas
de pinturas murales el arquitecto y artista italiano Daniel Dall'Aglio, algunas
de ellas en proceso de restauración con el respaldo financiero de organismos
como la UNESCO.
Su patrimonio natural se concentra en sus altos valores
paisajísticos, la abundancia de accidentes geográficos diversos y la presencia
de localidades, tipos de suelos y de flora y fauna endémicas. Desde el punto de
vista arquitectónico, arqueológico y cultural, el valle atesora importantes
testimonios de arquitectura tradicional e industrial con diferentes niveles de
conservación. Ejemplos de ello los encontramos en las casas haciendas de Buena
Vista, Guáimaro, Manacas- Iznaga, Delicias, la Pastora, San Isidro, Magua,
Guinía de Soto, Algaba, Manacas, Guhachinango, la casa de hacienda del Abanico
y los poblados de San Pedro y de Condado.
Continuará....
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