Persiste en en el negro cubano, con tenacidad asombrosa, la creencia en la espiritualidad del Monte. En los montes y las malezas de Cuba habitan, como en las selvas de África, las mismas divinidades ancestrales, los espiritas poderosos que todavía hoy, igual que en los días de la trata, más teme y venera, y de cuya hostilidad o benevolencia siguen dependiendo sus éxitos o sus fracasos.
El negro que se
adentra en la manigua, que penetra de lleno en un “corazón de monte”, no duda
del contacto directo que establece con fuerzas sobrenaturales que allí, en su
propios dominios, lo rodea: cualquier espacio de monte, por la presencia
invisible o a veces visible de dioses y espíritus, se considera sagrado. “El
monte es sagrado” porque en el residen, “viven” las divinidades. “Los santos están
más en el monte que en el cielo
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